Pienso en ti constantemente
como un ritual al que no puedo faltar,
al que acudo fielmente todos los días
sin importar la hora o el lugar.
Pienso en ti cuando me acuesto,
pienso en ti cuando me levanto,
pienso en ti cuando paseo o cuando descanso.
Pienso en ti de noche y de día,
despierto o dormido,
a oscuras o a plena luz del día.
Llueva o haga sol,
siempre pienso en ti,
porque no necesito nada que me recuerde
que tú eres mi dolor.
Pienso en ti ahora,
mientras te escribo.
Te pienso escribiéndote para que me leas,
como si del fluir de mis palabras dependiera el pensarte;
mas sé que nada de eso es cierto,
que mis pensamientos no necesitan ser expresados con palabras
para llegar a ti.
Si me estás viendo ahora sabrás
que pienso en ti más que en nadie,
más incluso que cuando podía pensarte para tenerte.
Pienso en ti aunque ya no estés,
o precisamente porque ya no estás,
porque pensarte es la única manera de retenerte a la vida.