“Una vez escuché la historia de una mujer que habían llevado a Auschwitz -relata-. Ella contaba que la habían llevado con su hermanito y que cuando la subieron al tren en un momento del viaje se dio cuenta que su hermano había perdido un zapato. Y lo retó. Le dijo que era un estúpido porque no sabía ni conservar un zapato. Después los separaron. Eso fue lo último que le dijo. No lo volvió a ver nunca más. Esa mujer que pudo salir del campo de concentración dijo: ''Me prometí no decir nunca más en la vida nada que no pueda quedar como lo último que dije''.
Para mí ese es un ejemplo. Yo intento transitar todos los días de manera tal que si fuera el último día que me quede yo pueda estar orgulloso de lo que hice ese día”. Gabriel Rolón.